El Doctor Cho era un gran soñador, inventivo desde muy pequeño, siempre hallaba algo nuevo y y útil para crear y para ser fusionado. La tecnología robada del siglo XXVII le permitía concebir los artefactos mas inverosímiles que solo en sueños el ser humano común podría conocer.
Por más que su trigésima esposa le recomendaba una y otra vez que cesará ya de producir inventos locos, el era necio. Una y otra vez traía a la realidad máquinas, o mas bien complicadisimos organismos ciberneticos, cada vez mas sofisticadas que le hacian ganar montones de oro, mucho oro.
Maquinas exentas de engranes, de cables, de circuitos, de conexiones li-fi o de corriente eléctrica. Sus creaciones eran cien por ciento orgánicas, hasta se podían escuchar los latidos del corazón-cabeza dentro de su interior suave y metálico.
El último de sus artilugios creados fue la definitiva y temible "máquina rompe pelotas".
Y fue esta máquina la última porqué cuando la hubo terminado y conectado a sus sinapsis nerviosas, un millon de soles explotaron adentro de los pantalones del inquieto doctor-¡Bum! Adiós a sus cochinas pelotas. Borradas todas sus miserias de la faz de la Tierra.
-Descansa en paz buen doctor, tus pelotas ahora orbitan fuera del planeta y algun dia lejano se unirán de vuelta a tu antiguo cuerpo.