viernes, 11 de octubre de 2013

Acerca de los cómics...




Fui el mas solitario de los niños en la época en que asistía a la educación primaria. Los profesores decían a mis padres de mi que yo era muy inteligente pero muy distraído, y tal vez lo era; quizás solo soñaba despierto, quizás solo no quería estar ahí, o las clases no eran lo suficientemente interesantes para el niño que yo era.

En ese entonces, me limitaba a tener un amigo o dos por año, le hablaba muy poco a las niñas y ellas muy poco a mi; era mas bien el "bicho raro" del salón. Me recuerdo no saliendo al patio en la media hora del recreo, me recuerdo quedándome en el aula dibujando... siempre dibujando. Me gustaba mucho dibujar super héroes y tortugas ninjas, todavía no creaba yo mis propias historias, solo copiaba los dibujos que veía en estampillas y algunos pocos cómics que llegaban a mis infantes manos.
Los demás del salón me decían que saliera a jugar, que no me quedara dibujando, pero tal cosa para mi era impensable, amaba y amo dibujar. No iba a cambiar eso por jugar una reta de foot ball donde ganaba el equipo de niños mas marrullero.

Así pues, mi alegría era estar fuera de la escuela para llegar a casa y al terminar la tarea seguir dibujando con mis incipientes trazos. A veces la tarea no era terminada, pero mis dibujos si.

Los fines de semana mi bendita madre lograba ahorrar unos pesos de la despensa y con eso me compraba historietas de "Karmatron y los Transformables". Una o dos veces al mes ella me los conseguía  y la tía Rosalia mas o menos una vez al mes me compraba los cómics de "El asombroso Hombre Araña" de la extinta Novedades Editores. Cada hoja, cada viñeta, cada dialogo que sucedía en los globos y bocadillos eran leídos una y otra vez por mi. Siempre le hallaba nuevos detalles a cada hoja, cada sombra y cada estilo de dibujo eran para mi un universo en el cual yo me hallaba complacido. Eran pues los cómics mis verdaderos amigos, los amigos que nunca se separarían de mi; incluso jugaba con ellos como si fuesen juguetes: recortaba y armaba mis propias batallas con ejércitos de personajes de cómics pegados sobre cartulina blanca. 
Eso del coleccionismo no era lo mio; acostumbraba a poner notas en las portadas de mis cómics y a colorear algunas hojas que estaban en blanco y negro. Les daba yo un valor sentimental, lo comercial no me había atrapado aun. 

Y así, mientras los demás compañeros del salón amontonaban pelotas ponchadas y tacos rotos en su lista de cosas por contar, yo llenaba mi cabeza con historias donde los superseres y mutantes luchaban a favor de la verdad y la justicia...¡Para dar paso a la educación secundaria!