Hola!
29 de enero del 2001.
Pintaba ella groseramente sus labios de un rojo intensísimo.
Sus hoscos ojos eran coronados por rizadas y largas pestañas ultra maquilladas.
De blusa escolar arremangada como si se tratara de ser diferente al puto rebaño.
Su falda azul marino era una gran tela untada a sus estrechas pero bellas caderas.
Te estoy describiendo a una poeta.
La conocí cuando los dos éramos adolescentes preparatorianos.
Era ella toda maleducada y bravía.
Se reveló ante mí con el nombre de Perla del Mar.
Escribía intensos poemas directamente de su alma para los oídos del ser deseado o amado. Para el preciso.
Era ella en aquel tiempo, un cisne.
Me confeso una vez, que estaba enamorada del “Capo”; mi amigo lo sabia pero decidió hacer nada.
Asi que ahí estábamos los dos. La Poeta y el Loco, sentados en el parque escolar, ella me recitaba con voz fuerte-potente poemas dedicados a su amor irrealizable.
Yo estaba en un trance. Mitad apenado, mitad estupefacto.
La poeta dejaba oír su gran voz a varios metros de distancia. El parque estaba muy lleno (pues era la hora del receso) y todos los alumnos supongo pensaron que los poemas eran para mi y no para el amor irrealizable de Perla del Mar.
Su rostro, al contrario del mío, no mostraba pena, sino pasión. Casi diría yo, estaba transfigurada.
Al terminar sus versos, pregunto que tan bien me había parecido su obra.
Platicamos un rato.
Luego llegaron Maricarmen (aquella malvada que se rió de mi), Clara Elena (la bella con los tres nombres) y una tercera que no recuerdo ya (o no deseo acordarme), y se la llevaron lejos de mi.
Me despedí de las cuatro.
Nunca más he vuelto a ver a la desconocida poeta…
Pero ella implantó su semilla en mí. Su existencia no fue vana.
Me convirtió en un “junkie” de la poesía.
Justo como a ella le hubiese gustado que yo fuera.
Si. Volverás a mí y yo volveré a ti, pero en verdad tú nunca volverás a verme.
Adiós!
29 de enero del 2001.
Pintaba ella groseramente sus labios de un rojo intensísimo.
Sus hoscos ojos eran coronados por rizadas y largas pestañas ultra maquilladas.
De blusa escolar arremangada como si se tratara de ser diferente al puto rebaño.
Su falda azul marino era una gran tela untada a sus estrechas pero bellas caderas.
Te estoy describiendo a una poeta.
La conocí cuando los dos éramos adolescentes preparatorianos.
Era ella toda maleducada y bravía.
Se reveló ante mí con el nombre de Perla del Mar.
Escribía intensos poemas directamente de su alma para los oídos del ser deseado o amado. Para el preciso.
Era ella en aquel tiempo, un cisne.
Me confeso una vez, que estaba enamorada del “Capo”; mi amigo lo sabia pero decidió hacer nada.
Asi que ahí estábamos los dos. La Poeta y el Loco, sentados en el parque escolar, ella me recitaba con voz fuerte-potente poemas dedicados a su amor irrealizable.
Yo estaba en un trance. Mitad apenado, mitad estupefacto.
La poeta dejaba oír su gran voz a varios metros de distancia. El parque estaba muy lleno (pues era la hora del receso) y todos los alumnos supongo pensaron que los poemas eran para mi y no para el amor irrealizable de Perla del Mar.
Su rostro, al contrario del mío, no mostraba pena, sino pasión. Casi diría yo, estaba transfigurada.
Al terminar sus versos, pregunto que tan bien me había parecido su obra.
Platicamos un rato.
Luego llegaron Maricarmen (aquella malvada que se rió de mi), Clara Elena (la bella con los tres nombres) y una tercera que no recuerdo ya (o no deseo acordarme), y se la llevaron lejos de mi.
Me despedí de las cuatro.
Nunca más he vuelto a ver a la desconocida poeta…
Pero ella implantó su semilla en mí. Su existencia no fue vana.
Me convirtió en un “junkie” de la poesía.
Justo como a ella le hubiese gustado que yo fuera.
Si. Volverás a mí y yo volveré a ti, pero en verdad tú nunca volverás a verme.
Adiós!
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