En día del siglo pasado, no recuerdo que día porque tengo muy mala memoria para las cosas demasiado irrelevantes, me mire al espejo cuadrado -enmarcado en madera, y vi a un jovenzuelo borroso, difuminado, casi sin rostro. Seguro que tenia cara pero la niebla sobre de ella, no me dejaba verla completamente. Adivine que esa mancha era yo mismo. Nada del otro mundo, humano al fin.
Finito y moldeable, rebelde pero subyugable.
Hoy día, no hay bruma ni nieblas sobre ese rostro que es mio. Aquí veo mi cara violentada por el acné juvenil y abrasada por las arenas del tiempo. Si soy físicamente desagradable o no, eso depende de la persona que me mire; realmente esos son detalles que a mi edad actual no me preocupan.
Pienso que yo, y claro que también tu que algún día leerás este bodrio, he pasado demasiados minutos -que seguramente sumados serian semanas, frente al espejo.
Hemos desviado la atención y nadie se esta dando cuenta.
Al igual que la matrix, la imagen del espejo es una ilusión.
Lo que importa de verdad, es que detrás de esa cara, hay carne y hueso que cubren ese misterio a medias tintas llamado cerebro. Un órgano tan central pero tan descentralizado por el mundo exterior.
Capas y capas de ideas taponadas por el entorno al cual hemos sido arrojados desde el nacimiento.
A veces quisiera poder ser mas cerebral, pero luego me acuerdo que soy solo un ser humano y se me olvida!
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