domingo, 29 de noviembre de 2009

Proyecto 99: gloom (151)


27 de septiembre del 2002

Hola!

Besaste el cuello de cisne de tu amada inerte, aun dormida.

Depositaste algunos billetes arrugados al lado de la almohada donde ella reposaba sus pies.

Cuidadosamente te dirigiste al cuarto de baño y abriste con calma la puerta.

Apagaste las luces que aun estaban prendidas.

Cerraste la puerta nuevamente con sigilo,

Caminaste hacia la sala; hacia el pasillo; hacia la puerta que da al patio; hacia el patio y por ultimo saliste por el viejo portón hacia la Terminal de autobuses. Ahí compraste una cajetilla de cigarros.

Te fumaste dos.

Sacaste de tu camisa una caja de goma de mascar, revisaste tu reloj.

Masticabas dos chicles a la vez.

Eran los doce con cinco, pasada la media noche…

¡Que calor había allí arriba!

El autobús llego a las 12: 23, lo tomaste.

Cuando subiste por el estribo alcanzaste a ver una cara conocida, pero pasaste de largo, mientras buscabas en tu mochila con que pagar el pasaje.

Alguien se levanto del asiento. Tú aprovechaste y te sentaste.

El cobrador paso por tu asiento, pagaste y recibiste el vuelto en monedas.

El viaje no fue precisamente largo.

Llegaste a tu casa antes de la una de la madrugada.

Ahora estas frente a la puerta, con tus llaves abres la cerradura.

Entras suavemente.

Pasas por el cuarto de tus hijos. Les echas un vistazo, las dos están durmiendo.

Cierras la puerta de su recamara.

Llegas a la habitación que compartes con tu esposa.

Tu bella y radiante esposa duerme a pierna suelta y a sus anchas en la cama.

No tiene puesta una cobija, hace calor; mucho.

Ni siquiera trae puesta una bata, solo usa ropa interior blanca de algodón.

Aun entre las sombras alcanzas a ver sus duros pezones erectos que sobresalen de la tela del brassiere.

Aquello te excita.

Entras al baño y te cambias la ropa. Toda.

Quedas en ropa de dormir, hace calor.

Vas a la cama y te recuestas.

Nuca prendiste ningún foco de la casa.

Como a las diez para las dos, tu esposa se despierta.

Tú todavía no logras conciliar el sueño. No estas cansado.

Ella con alegría te saluda, te pregunta donde andabas, pregunta también si cenaste.

Respondiste a todo con distintas mentiras.

Ella las creyó. Todas.

La abrazas.

Le das un beso en la frente.

Le acaricias la espalda y sonríes.

Ella te esta mirando, sus ojos solo están pidiendo algo: sexo.

Llevas tu mano hacia sus piernas.

Hurgas en su vagina y hallas un tesoro húmedo.

Ella te pregunta si la amas…

Tú le respondes.

Adiós!





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