viernes, 22 de mayo de 2009

La gata “Chencha” y su santo destino atormentado.

Hola!
Sucedió que cuando llegamos a la casa de Los Abuelos, una inadaptada gata de pelaje gris con elegantes rayas negras se asomo a ver a la nueva familia.
A nosotros pues.
La gata se enamoro de nuestra familia y decidió visitarnos de vez en cuando.
Al principio llegaba al patio y nos observaba con curiosidad,
Con el pasar de las semanas, aceptaba la comida que nosotros le dábamos. Se dejaba acariciar y ronroneaba feliz en nuestras manos.
A los pocos meses, la mía madre la acepto como un miembro mas de la familia.
Creo que la culpa fue de la gata, especialmente a mi madre le tenía un cariño y solo a ella se sometía.
Si, la gata obedecía. Raro, no?
Y así, una gata totalmente criada en los montes y habitante de las calles y techos de las casas de repente fue adoptada por la familia. Mi familia.
Tengo que aceptar que no recuerdo quien le puso en apelativo de Chencha a Chencha, solo se que cuando Chencha oía su “nombre” paraba las orejas y corría al llamado que le hacíamos.
La indigente Chencha aprendió malas mañas en las calles donde se crió y robaba comida de la despensa de madre, incluso robaba comida que todavía en preparación, varias veces se robo un pedazo de pollo de la sartén que estaba en la lumbre de la estufa.
Era una gata ladrona experta. Mi madre ya no sabía si reírse o llorar, era una botana ver el espectáculo que mi madre preparaba cuando esperaba vengarse de la Chencha.
Pero en el fondo, las dos se querían. Se amaban a su muy especial manera.
Chencha apreciaba a mi madre y tenia una forma extraña de rendirle tributo…tenia la manía de dejar a los pies de mi madre los animales que cazaba en el monte, ya sea que estos estuvieron vivos o muertos; Chencha siempre los llevaba en su hocico y los depositaba a los pies de mi madre. Mi madre se horrorizaba por lo que la gata hacia. De alguna manera la gata intentaba compartir comida con la mía madre. Siempre la rechazaban.
Algo curioso. Unas horas antes de que la Chencha pariera su tradicional camada de siete u ocho gatitos, ella le “avisaba” a mi madre. ¿Cómo? Nadie lo supo. El caso es que la intuición y el instinto se ponían en acción y mi madre preparaba el lugar donde la gata daba a luz.
La gata tenia la fea costumbre de arrancar la cabeza de los recién nacidos gatitos negros, solo permanecían vivos los parecidos a ella o los de color blanco con gris. Siempre lo hizo. Chencha era muy firme en esa decisión y jamás logramos salvar a un gato negro de sus colmillos.
Otra cosa loca de Chencha era su tendencia a dormir en una cama. Era muy común despertarme y sentir su cola peluda en mis pies, aunque generalmente dormía cerca de la almohada. Así que yo trataba de no moverme mucho cuando dormía o corría el riesgo de lastimar a Chencha.
Gracias a Chencha todavía tengo la costumbre de estar quieto como tronco cuando estoy dormido.
Chencha a pesar de ser muy querida, constantemente recibía malos tratos de parte mía y me arrepiento por todo el daño que le infligí.
Chencha toleraba todos los castigos posibles y nunca nos mordió o rasguño en represalia, era tan noble y buena.
Si existiera un Cielo de los Gatos, ella estaría ahí.
Tengo la idea de que si Chencha nunca hubiera llegado a la familia, hubiera sido yo un niño más triste. Pero la gata me acompañaba en mi soledad y nos mirábamos el uno al otro a los ojos quizás buscando el misterio de la vida y la muerte en nuestras pupilas.
Quizás queriendo descifrar todo lo desconocido y la falsedad del ser; ella y yo nos perdíamos en nuestras miradas,
Si. Era mi hermana cósmica, una gata de barrio pobre.
No quiero revelar la forma en que perdimos a Chencha, es muy vergonzoso.
Lo que si puedo revelar es que cuando se fue de nuestras vidas, habíamos perdido a un miembro más de la familia.
Ahora tu espíritu animal vive en mi alma, aquí dentro estas a salvo.
Perdónanos Chencha, no estuvo en mis manos protegerte de tu santo destino atormentado.
Llore por ti ese día, pero no puede hacer nada por salvarte.
Perdón.
Y sobre todas las cosas, perdónalos porque ellos no sabían lo que hacían.
Adiós!

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